Se cumplen 10 meses desde que la Dana asoló Valencia, revelando la persistente urgencia de la acción climática ante el incremento de lluvias torrenciales que podrían generar episodios dantescos similares. Las cifras: 228 fallecidos, 3 desaparecidos y 18.000 millones en daños ocasionados por esta catástrofe que afectó a más de 300.000 personas, según el Plan de Recuperación Económica y Social de la Comunitat Valenciana.
El impacto emocional aún no se ha digerido; mientras tanto, España afronta uno de los veranos más duros de su historia, con incendios que han devorado más de 350.000 hectáreas de un total de 391.600 en 2025, según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS).
Foto de Agencia EFE
Extremadura (Cáceres, Jarilla), Galicia (Ourense) y Castilla y León (Zamora) han sido los focos principales, aunque los incendios no conocen fronteras: Asturias con varios fuegos activos de nivel 2 / máximo; Aragón que activó Alerta Rojo-Plus por riesgo extremo y episodios relevantes en Castilla-La Mancha (Toledo) y Madrid. Imágenes de la dureza del fuego nos estallan en la retina, ¿A quién no?
Este verano, una ola de calor ha causado 1.180 muertes, un incremento de más del 1.000% frente a 2024, según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria. La situación evidencia nuestra fragilidad ante el cambio climático.
El escenario actual forma ya parte de los peores desastres climáticos vividos por incendios forestales arrasando enclaves naturales de alto valor ecológico del siglo XXI y espacios catalogados como patrimonio de la humanidad, como Las Médulas, en León.
Las llamas han obligado a evacuar a 33.750 personas, evidenciando la urgencia de estrategias de prevención y gestión, frente a problemas como la despoblación, el cuidado del campo y el abandono rural. El debate político está abierto… y la salud mental de los afectados, ¿quién la aborda?
Hoy, casi un tercio de la población española —un 29%— convive con algún trastorno de salud mental, entre ellos ansiedad, problemas de sueño y depresión, según el último Informe Anual del Sistema Nacional de Salud. El Barómetro Sanitario 2024, realizado desde 1993 por el Ministerio de Sanidad en colaboración con el CIS, profundiza por primera vez en este aspecto de la atención sanitaria. Sus cifras muestran que un 18,2% de los ciudadanos buscó ayuda profesional por malestar psicológico en el último año; de ellos, casi la mitad recibió atención en la sanidad pública y buena parte del resto en la privada, un reflejo de la creciente demanda y necesidad de recursos en salud mental.
Entre llamas y ansiedad: el impacto psicológico de los incendios forestales
Este verano se ha intensificado la depresión, la ansiedad y la soledad, especialmente entre las personas mayores de poblaciones que lucharon solas contra los incendios, sin recibir atención del gobierno. La situación plantea un desafío complejo: proteger la seguridad física y mental, mientras se afronta el impacto ecológico sobre suelo, biodiversidad y fauna.
Según Ana María Sanjuán Luna, presidenta de Humanamente Inclusiva y fundadora de Networking Inclusivo y Accesible, “durante demasiado tiempo, la salud mental ha sido tratada desde una perspectiva individual, clínica y, muchas veces, deshumanizada. Hemos delegado el bienestar emocional a diagnósticos, fármacos y tratamientos protocolizados, sin cuestionar el contexto social, cultural y económico en el que las personas viven y enfrentan dificultades. Pero la salud mental no es solo una cuestión médica: es una cuestión profundamente humana y colectiva”.
La magnitud de la catástrofe arroja 5 víctimas mortales y varios militares de la UME heridos en incendios como el de Yeres (León). Según la COAG (Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas), las pérdidas provocadas por los incendios superan los 600 millones de euros, con efectos colaterales en la movilidad y el turismo (cortes de carreteras, suspensión temporal de AVE Madrid–Galicia, cancelaciones) y, aún permanecen más de 20 focos activos que afectan infraestructuras y comunicaciones.
Entre tanto desasosiego, destaca el despliegue de bomberos forestales de distintas comunidades autónomas, movilizados para hacer frente a los incendios, muchos en condiciones difíciles. En el incendio de Jarilla (Cáceres) se desplegaron 481 efectivos. La UME y las Fuerzas Armadas aportaron más de 1.400 militares en ataque directo, junto a unos 2.000 voluntarios y personal de apoyo, incluidos bomberos de Alemania y Francia, presentes simultáneamente en más de una decena de incendios.
En momentos tan difíciles, con esta oleada de incendios que genera un impacto directo y duradero, seguimos reaccionando demasiado tarde. Es probable que se registren más casos de trastorno por estrés postraumático entre los afectados y sus familias.
Es necesario alzar la voz y actuar: no hay salud mental sin vínculos, comunidad y condiciones de vida dignas.
El próximo Día Mundial de la Salud Mental, se celebrará el 10 de octubre, será una oportunidad para hacer balance y reflexionar sobre las políticas sostenibles de las que también se abanderan las empresas, así como de los ODS 3 (Salud y Bienestar) y 13 (Acción por el clima), cada vez más utopías. La responsabilidad no solo recae en los gestores políticos con sus ineficiencias; está en nuestras manos actuar y proteger la salud y el bienestar de todos.